POR FIN SOLA

¡POR FIN SOLA!

Mira alrededor y comprueba que la penumbra la rodea y la envuelve como si quisiera aislarla del resto del mundo y protegerla del peligro que tantas veces sintió como amenaza constante. Pero ahora ya no ve inminente esa amenaza pues sabe que, no tardando mucho, su marido, el causante de tanta inseguridad, dolor y miedo, abandonará este mundo y por fin ella se quedará sola con sus recuerdos. Olvidar los más amargos y recrear los que le supusieron algún momento de felicidad, por nimia que fuera, será tarea que deberá llevar a cabo con el paso del tiempo y que espera que no sea un período muy largo, pues tampoco desea alargar más esta agonía.
Es compleja la psicología humana, piensa, pues el verse niña y, de su mano, camino de la escuela, ha llenado por momentos de felicidad su corazón. Tantas veces contrastó esta imagen con la de hombre fiero y repulsivo en que se convirtió poco a poco, que no llegó a entender qué es lo que había sucedido dentro de su corazón para que se obrara un cambio tan radical y tan siniestro. Y, cuando pensaba en ello y regresaba al pasado, se decía que estaba equivocada, que no podía ser cierto, que era ella la culpable del cambio que se había efectuado en él, que, con el tiempo, volvería a encontrar al hombre que creyó en un principio conocer. Algún día regresaría el niño alegre y jovial, así como delicado y atento, que había sido.
Pero los días pasaban, poco a poco las semanas se convertían en meses y estos en años… y la distancia entre ellos era cada vez mayor y ni siquiera el nacimiento de los hijos hizo que sus almas se acercaran siquiera un poquito.
Recuerda como un momento extremadamente violento, aunque no hiciera uso de la violencia, el instante en que la requería para el encuentro amoroso. Claro, que denominarlo “encuentro amoroso” era una incongruencia no solo lingüística.
Ya en la cama, ella de espaldas a él, cara a la pared, sentía de pronto el contacto de su cuerpo. Sin preámbulo alguno, sin utilizar las manos para acariciarla o la voz para susurrarle bonitas palabras al oído, lo sentía dentro de sí. Ella lo soportaba sin que el placer acudiera a su cuerpo, con los dientes apretados para no gritar y con la triste sensación de que era una piltrafa humana y no valía nada.
Cuando, satisfecha su necesidad de macho, se daba la vuelta y se ponía a roncar casi de inmediato como si la conciencia la tuviera tranquila por el deber cumplido, ella entonces se arrebujaba, metía las manos entre sus piernas y se sentía la mujer más sola y desvalida de la tierra. Y se maldecía por la vida que le había tocado en suerte y lloraba callada y mansamente hasta que el cansancio la envolvía y se dormía por algún tiempo, breve, pues debía madrugar y poner la casa en orden y prepararle el desayuno antes de que él se levantara para ir a trabajar.

MADRE, TÚ SIEMPRE SERÁS UNA NIÑA

MADRE, TÚ SIEMPRE SERÁS UNA NIÑA
Cuando llegué a casa de mi abuela, la gente se arremolinaba alrededor. Eran muchas las personas que habían ido a consolarla. Al entrar en casa, mi abuela sólo fue capaz de decirme, mientras me besaba: “hijo, te has quedado sin madre». Yo me retiré a un lado y me senté en una silla de anea. No anduvo con rodeos, no comenzó por decirme que mi madre se había puesto peor, que si estaba mal pero que se salvaría, no. Simplemente me dijo la verdad, sin tapujos; así era ella, así le gustaban las cosas: duras pero reales. Cuanto antes afrontemos la realidad, mejor.
Serían las tres de la tarde cuando partíamos hacia Madrid. En el taxi íbamos mis abuelos, mi padre, mi tío Tomás, mi hermana y yo. Fue la primera vez que salí de la provincia. Nunca antes había recorrido tantos kilómetros. Para mis abuelos también era la primera vez que iban a la capital de España; «ya no me moriré sin ver Madrid, dijo mi abuela, pero maldita la gracia que me hace». El viaje, a pesar de la desgracia, tenía cierto encanto para mí. Era una aventura a fin de cuentas. Madrid no pertenecía al mundo en el que yo me desenvolvía, no era un punto de referencia; sin embargo, iba a poder contemplar la gran ciudad con mis propios ojos: ¡la de cosas que podría contar a mis amigos a la vuelta!
Cuando llegamos al hospital, no pudimos ver a mi madre. Despuyés de mucho protestar, mi padre pudo por fin contemplar el cuerpo sin vida de mi madre. Pero no en la capilla ardiente como había dicho la enfermera sino en un frigorífico grande donde reposaba junto a otros cadáveres. La capilla no estaría preparada hasta las ocho de la mañana siguiente.
La mañana era espléndida, el cielo estaba limpio, miré hacia lo alto intentando ver a mi madre viajando hacia el infinito, pero no la vi por ningún lado. Pensaba que me estaría observando, que querría decirme adiós, darme un último beso. Quizá la luz del sol no me dejó verla. Pero sentí que estaba allí arriba dispuesta a protegerme.
Entré en el tanatorio y vi a mucha gente. Todos las personas que trabajaban en Madrid y que tenían alguna relación con mi familia o con el pueblo, y se habían enterado, se encontraban allí. Me sorprendió agradablemente, pensaba que íbamos a estar solos pero no fue así. Parecía que el funeral se celebraba en el pueblo. No conocía a casi nadie pero sentía su calor. Me sentí importante, me abrían un pasillo para que pasara. Al final del mismo, surgió la figura de mi abuelo, que me debía de estar esperando desde hacía tiempo. No soportaba la idea de ver marchar a su hija sin que nos hubiéramos despedido de ella. Me cogió suavemente del brazo y me acercó hasta ella. He querido muchas veces borrar esta imagen para ver si así convertía la realidad en sueño o fantasía pero siempre se se impone la realidad. Me negaba a aceptar que hubiera muerto, deseaba que fuera mentira, pero…
Al llegar junto al féretro, me paré a observarla. Parecía la flor más bella del jardín. Estaba pálida, ella que siempre había tenido el rostro sonrosado. Estaba guapa, ¡era tan joven! Aún no había cumplido los treinta y cuatro años. Como decía mi abuelo, era una niña. La habían vestido con su propia ropa de calle, con un vestido estampado de manga corta, como era verano, que hacía juego con las flores que la rodeaban, y la habían peinado tan bien que parecía que estuviera posando para un escultor imaginario.
– Besa a tu madre, hijo, me dijo mi abuelo llorando.
Al acercar mi rostro al suyo, sentí un vértigo inmenso. Era descender de la montaña de la vida a la sima de la muerte. Concentré todo mi cariño en mis labios y la besé en la frente. Me hubiera gustado abrazarla, pero algo me lo impedía: sabía que no me iba a poder corresponder, que no podía levantar su mano para acariciarme como había hecho tantas veces. Sabía que estaba muerta pero aun así y todo me sorprendió el terrible frío de la muerte. Retiré mis labios demasiado rápidamente de su frente, apenas si la rocé, tuve miedo, ¡estaba tan fría! Pero esa caricia tenue aún sigue conmigo, ese frío forma parte de mis labios y es lo único que me queda de ella. ¡Y la echo tanto de menos!
(Cada 1 de julio siento la misma tristeza y el mismo dolor que entonces, a pesar del paso del tiempo)

¿EUROEXIT?

¿EUROEXIT?

Europa está conmocionada con el resultado del referéndum. Mejor dicho, las autoridades europeas están que no salen de su asombro. Y yo, que soy una persona de a pie, me digo: ¿pero esta gente qué se pensaba, que iba a ganar el sí? ¿No conocen quizá el sentimiento indentitario y hasta excluyente que albergan los ingleses en sus corazones?
Decía esta mañana John Carlin, periodista inglés, hijo de escocés y de española, en la Cadena Ser, que desde niños a los ingleses les inculcan el que son superiores a los demás. ¿Qué pretendía el señor Cameron, cuando decidió convocar este referéndum? ¿Solucionar sus problemas internos o pasar a la posteridad?
Existen distintos tipos de políticos: los listos, que saben lo que conviene hacer en cada momento y no suelen equivocarse mucho; los inteligentes, que se creen que solo ellos saben lo que conviene hacer según el momento y se equivocan más de la cuenta; los que no tienen la menor idea pero se dejan asesorar por gente inteligente y son los más efectivos y los que sin tener idea de lo que hay que hacer, quieren pasar a la posteridad, aunque para ello cometan un gran atropello. De entre estos últimos tenemos varios ejemplares: los más significativos, según mi punto de vista, son el trío de las Azores y el señor Cameron. Sin que nadie se lo pidiera, sin necesidad alguna de hacerlo, decidió jugar la carta del referéndum y le ha salido mal: ha tenido que dimitir. (De los otros mejor no hablar.) Claro, que esto es desde el punto de vista personal, porque desde el punto de vista nacional y europeo, el desastre es grandioso.

Aunque, puestos a reflexionar, ¿qué sucedería en España, Grecia, Portugal o Italia, si se convocara un referéndum como en Inglaterra? No podemos saberlo pero me atrevería a decir que ganaría el no a la Unión Europea. Y la razón para mí es muy sencilla. El pueblo llano no nota que pertenecer a la Unión Europea le beneficie. Se podrá aducir que hemos recibido ayudas para mejorar nuestras estructuras, que nos han dado cantidades ingentes de dinero… Sí, pero lo que el señor de la calle nota es que, desde que existe “el euro”, las dificultades económicas para los más débiles han sido mayores. Y que quien manda en definitiva es la señora Merkel o el FMI o “vaya usted a saber” y no los políticos que elegimos en nuestros respectivos países.
Y además, la gente de a pie se pregunta: cuando ha llegado la crisis, ¿cuál ha sido la primera preocupación de Bruselas? ¿Salvar a las familias griegas, españolas, portuguesas, italianas… en dificultades o a los bancos (fundamentalmente alemanes y franceses) que eran los que había prestado dinero a los países endeudados, o sea, los países referidos? ¿Les ha preocupado que la gente perdiera sus casas, sus ahorros de toda una vida? Está claro que no.
No me ha sorprendido, por tanto, el voto afirmativo a la salida de Inglaterra de Europa. Lo que me sorprende, como a muchos analistas más entendidos que yo, es el tipo de Unión Europea que están creando estos señores que andan por las alturas y que, por cierto, viven como príncipes a costa del erario de cada país.
Y que va siendo hora de que vayan pensando en reorganizar esta mal llamada “unión europea”, porque de UNIÓN tiene muy poco.

¡QUÉ MUNDO TAN CAÓTICO!

¡QUÉ MUNDO TAN CAÓTICO!
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Este mundo en el que vivimos da miedo. Una corriente de odio “al otro” vaga por el orbe terráqueo dejando a su paso un rastro de muerte y desgracia que no sé adónde puede llevarnos.
Un individuo entra en una discoteca y dispara indiscriminadamente sobre los jóvenes que se divierten por el hecho de ser homosexuales. Una diputada laborista acaba de ser asesinada en plena calle, probablemente, según dicen, porque no era partidaria del “Brexit”, ya que no creo que fuera por ser “amiga de los sirios”.
Vemos en la televisión a grupos de energúmenos, potencialmente asesinos, (pienso que no se les puede llamar aficionados al fútbol) cómo se pelean con otros grupos, tan descerebrados o más que ellos, sin miramiento ni compasión ninguna, porque son hinchas de un país que no es el suyo.
Comprobamos cada día cómo los que huyen de las guerras son utilizados por las mafias para enriquecerse sin que les importe un bledo si van a llegar a ningún lugar seguro o van a ahogarse en las aguas de algún mar. No digo nada de cómo se comportan los llamados “países civilizados” con esta pobre gente.
Pero es que compruebo con horror cómo personas a las que considero buenas en el buen sentido de la palabra, que decía el poeta, muestran rechazo y hasta aversión al contrincante político, cuando no odio, y todo porque no son de su mismo parecer. Es decir, porque son votantes o simpatizantes de otro partido político. En definitiva, porque no tiene sus mismas ideas.
¿Dónde queda el espíritu de la frase de Voltaire: ( o de quien sea, que hay quien dice que no fue él) “no comparto tu opinión pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla?”.
Y es que no nos debemos de dar cuenta de que el mal entra en el ser humano a través de la palabra. No somos conscientes de que cuando, a un niño sobre todo, le estamos inculcando alguna idea, estamos poniendo los cimientos de lo que será ese niño cuando se haga mayor. Que respete o no a los demás, dependerá de lo que le hayamos enseñado
Quizá peque de pesimismo, pero no veo acertado el rumbo de la sociedad actual ni de la que estamos creando. Cada día es más cierta la frase de Hobbes, “el hombre es un lobo para el hombre”.
Concluiré con unas palabras de Thomas Bidegain, guionista de cine, que hoy mismo decía en un medio de comunicación escrito: “dan ganas de huir de este mundo de caos y fracaso”.
Yo también lo creo.
(Por cierto, ¿tendrá algo que ver que hoy sea 6 del 6 de 2016?)

RASGARSE LAS VESTIDURAS

RASGARSE LAS VESTIDURAS

«Alberto Ruiz-Gallardón no pudo aguantar y se levantó del patio de butacas del Teatro de la Zarzuela. El exministro de Justicia y exalcalde de la capital no fue el único en sentirse molesto. Desde el estreno de la zarzuela ¡Cómo está Madriz!, decenas de personas han mostrado su rechazo a la propuesta por sus críticas a una sociedad meapilas y a la corrupción política».
El País 9-06-2016

Me parece increíble que una persona a la que considero inteligente, como es el señor Gallardón, se ofenda y se escandalice porque en una obra de teatro (en este caso una zarzuela) se critique aspectos negativos de la sociedad. Pero causa sonrojo, cuando no indignación, que sea porque se critica a una sociedad meapilas y a la corrupción política. ¿Acaso no responde a la realidad de cada día?

“Mientras Gallardón salió supuestamente ofendido por las referencias a sus compañeros populares –alusiones directas a Bárcenas, Rato y Camps a los que asemejan a ratas-, otros espectadores se indignan en el segundo acto cuando a un cardenal se le practica una felación en un prostíbulo”.
El País 9-06-2016

¿Tan difícil es aceptar que compañeros de partido que han cometido irregularidades aprovechando sus cargos públicos, son criticados o utilizados como motivo de mofa y risa? ¿No podemos soportar que a una autoridad eclesiástica se le practique una felación y en cambio podemos aguantar que niños indefensos sean violentados y violados por figuras eclesiásticas en lugares tan sagrados como sacristías o seminarios? Ciertamente a muchos conciudadanos nuestros les cuesta aceptar la realidad. Y prefieren cargarse de cinismo e hipocresía y rasgarse las vestiduras como muestra de lo ofendidos que están.
Esto no es nuevo, esta táctica la lleva usando cierta sociedad española desde tiempos inmemoriales. Esta sociedad es más implacable con quien utiliza al delincuente y sus fechorías como motivo de risa que con quien comete el delito. De no ser así, no se entendería que el PP, con numerosos casos de corrupción en sus filas, siga siendo el partido más votado o que el señor Messi sea vitoreado cuando acude al juzgado por haber cometido presuntas irregularidades fiscales y se le defienda hasta en los platós televisivos.
El que esto escribe recuerda perfectamente cómo estando representando una obra de teatro, basada en la poesía de Miguel Hernández en un pueblo de Ávila, el alcalde aprovechó el verso “me duelen los cojones del alma”, para al grito de: “que hay niños” montara el número y parara la función. ¿Le preocupaba realmente el daño que aquel verso podía inferir en la inocencia de los pequeños que estaban presentes? ¡No! Su preocupación máxima era que no siguiéramos recitando los poemas de aquel poeta “rojo” llamado Miguel Hernández.
¿Le preocupa a esta sociedad representada por el señor Gallardón y todos los que le acompañaron en las protestas el que se criticara a los corruptos? ¡No! Lo que realmente les aterra es que exista la libertad de expresión (aunque ellos dicen defenderla) y que con ella se pueda denunciar, explicar, enseñar, alertar… en definitiva, despertar en el alma de los espectadores la propia conciencia y la capacidad de discernir el bien del mal.

Es triste que se confunda el arte (que sea bueno o malo es otra cosa y cada uno dará la valoración que estime oportuna) con la realidad. O es que quizá va a ser verdad que, como decía el poeta, “la poesía es un arma cargada de futuro”. Solo así se entiende el miedo que tienen algunos a que se denuncien situaciones de corrupción o de injusticia por medio de manifestaciones artísticas.
A mí me escandaliza mucho más la realidad cotidiana de pobreza y abandono en que viven muchos de nuestros conciudadanos, mientras los políticos cobran magros sueldos y disfrutan de privilegios que ellos mismos se han concedido. Y por cierto, ¡sin mérito personal alguno!

(Claro que a lo mejor estoy equivocado)