INDEPENDENCIA, ¿PARA QUIÉN?

INDEPENDENCIA, ¿ PARA QUIÉN?

La letra de esta canción lo dice claramente: “más lejos, siempre id más lejos”. Eso es lo que han hecho hoy los políticos independentista catalanes. Ir quizá demasiado lejos en sus aspiraciones de volver a su Ítaca soñada.
Lo que no estoy seguro es de si, “cuando creáis que habéis llegado, sabed encontrar nuevas sendas”, están haciendo caso a Llach y han encontrado la auténtica senda o es simplemente una falsificación, interesada además. Será un viaje lleno “de aventuras y de conocimientos” pero no parece que teman las inclemencias del tiempo y mira que Llach les avisa: pero “no fuerces la travesía, es preferible que dure muchos años”. Sin embargo, y a la vista de los resultados de las elecciones, los independentistas están forzando la travesía porque piensan que llevan demasiados años sintiendo que “los árboles os aprisionan” y quieren liberarse. ¿Sabrán encontrar el verdadero camino que les lleve hasta el destino final? No sé si sabrán hacerlo: “cuando estéis liberados, volved a empezar nuevos pasos”.
Allá ellos. Yo no soy nacionalista, tengo esa suerte, pienso yo. No tengo ninguna Ítaca a la que regresar porque nunca salí de ella. Ellos parece que sí salieron (¿los expulsaron?). Soy más de pisar suelo firme, más de preocuparme de las gentes sencillas que pasan penalidades cada día sin importarles un euro la independencia de Cataluña o de cualquier otra parte del mundo. Como decía esta mañana Joan Coscubiela, “todo esto mientras Catalunya encabeza las cifras de deshaucios en España, mientras la pobreza infantil alcanza el 29% de menores y con más de 660.000 personas en paro. La emergencia social que vive Catalunya debería ser la prioridad de este Parlament y no la ruptura con España”.
Pero esto es lo que hay, que gustan algunos de decir ahora. Si el gobierno español hubiera permitido y organizado un referendum, hoy en día no viviríamos esta situación que a todos se nos hace incómoda, salvo a los independentistas que han logrado lo que querían: forzar la situación al máximo, por ver si así salvan a los suyos de la cárcel, los de Convergencia, y los otros, ERC y la CUP, detentar el poder total, (porque eso es lo que significa la “independencia”), sin depender del gobierno central.
Ah, y me importa muy poco que se independice Cataluña. Hay quien sostiene que sin Cataluña, el resto de España sería más próspera. Las mayores inversiones realizadas en los últimos cincuenta años no lo han sido en Andalucía o Castilla, precisamente.
¡¡¡¡Bon viatge!!!!

SI HURGAS EN LA HERIDA…

ESCENA PLAYERA (fuera de temporada)
SI HURGAS EN LA HERIDA…
La mañana era excesivamente calurosa para el mes en que estamos. Pero, si sopla el viento del sur, suben las temperaturas hasta cotas inimaginables incluso en verano.
El que esto escribe ha dado un paseo suficientemente largo en el tiempo y en la distancia como para sentir el calor en el cuerpo y por tanto la necesidad de darse un baño ciertamente muy placentero. Cuando salgo del agua, me encuentro al lado de mi toalla (¿por qué me pasan a mí estas cosas?) a una joven vestida de calle, pantalón vaquero y blusa blanca, con los zapatos en la mano (bueno, botas de esas que se han puesto de moda llevar incluso en verano) y que seguramente se ha sentido impulsada a entrar a la playa al ver a tanta gente en época no propicia para tal hecho, que me pregunta:
– ¿qué tal está el agua? ¿Estará fría?
– Pues sí, respondo yo; está algo más que fría pero agradable.
– ¿Y no tiene miedo a coger un catarro?
Aunque uno ya es mayor, no le gusta ser tratado de usted, y menos si le vaticina alguna enfermedad, así que un poco serio le respondo:
– Tú no eres de aquí, ¿verdad?
– No. ¿Por qué?
– Pues porque si fueras cántabra, sabrías que la mejor vacuna contra el catarro y la gripe es bañarse en el mar con el agua fría. Yo ni me acuerdo del tiempo que hace que no me cojo un catarro (dije en plan un tanto chulo; ¡vamos, como si fuera madrileño!). Y ¿sabes por qué? Ella no me respondió, esperaba a que yo continuara, supongo, así que añadí: ¡pues porque me baño hasta que llega el invierno crudo y ya no me permite hacerlo!
– Pues ¡qué bien! ¿no?
– Pues sí, la verdad, es una suerte vivir en un lugar como este.
– ¿Entonces no se vacuna contra la gripe como hace la gente mayor?
¡Vaya, vaya!, pensé; esta tiene ganas de joder o es que es así desde nacimiento.
– Pues ya te he dicho que no me hace falta. Para empezar no soy tan viejo como para tener que vacunarme cada año.
– Perdone, que no he querido molestarle, lo siento.
Yo, cuando alguien me pide disculpas, es que me ablando; así que no me quedó más remedio que decirle:
– No te preocupes, que no me has molestado.
Estuvimos unos segundos en silencio, los que aproveché para secarme el agua y despojarme del bañador (tapado con la toalla, claro está). Pero enseguida ella volvió a preguntarme:
– ¿Y no tiene miedo de que le roben mientras está en el agua? ¡Porque he visto que deja las cosas aquí sin que nadie se las cuide!
– Mira: esto no es Benidorm, donde parece ser que roban mucho, según he leído hoy en la prensa. Esto es Santander, ¡aquí no roba nadie! Yo llevo bajando a la playa veintiún años y jamás me han tocado la toalla siquiera.
El tono que utilicé debió de ser un tanto duro y seco porque ella pareció asustada y solo se atrevió a decir de nuevo:
– Perdone si le he molestado, no era esa mi intención.
Y se dio media vuelta, supongo que maldiciendo el instante en que se había puesto a hablar con aquel señor, o sea, yo.
Cuando se hubo ido, me dije: “has estado un poco grosero con la joven”, pero es que hay días en que, si te hurgan un poco, te sacan todo el malhumor que llevas dentro.

PREGUNTA SIN RESPUESTA (Dolor de madre II)

PREGUNTA SIN RESPUESTA (Dolor de madre II)
Era esa hora de la noche en que el peso de la soledad es tan enorme que se hace difícil de soportar. Sentada al lado de la cama de hospital donde su esposo agoniza, envuelta en el silencio y en la oscuridad de la habitación, llora mientras intenta encontrar en su recuerdo algo que justifique el desapego de su hijo hacia ellos, sus padres. Y no encuentra razón alguna pues no hubo más que amor y sacrificio en su actuar. Mira a su alrededor y no tiene a nadie a quien acudir en busca de consuelo. Observa el rostro de su esposo y no halla en él más que una mueca de dolor, único signo ya de vida.
Posa la mirada sobre el cielo que apenas se divisa a través de la ventana y por su mente pasan rápidas las imágenes del niño que fue, del joven que estudió en la universidad con harto sacrificio por su parte y la de su marido, y ascendió en la escala social; del hombre que les hizo abuelos y del extraño en que se ha convertido hoy en día, y no entiende por qué. Son demasiados años los que lleva sin verle ni a él ni a su familia. Demasiado tiempo esperando que un día apareciera por casa y dijera: “hola, madre” y les diera un beso.
Y recuerda entonces el día en que tuvo que acudir a la iglesia, de incógnito y a escondidas, para que no se molestara. Y rememora con dolor cómo estuvo toda la ceremonia sin saber muy bien quién, de todas aquellas niñas vestidas de blanco situadas frente al altar, era su nieta, porque hace tanto tiempo que no la ve que ya no puede distinguirla ni reconocerla. Pero se conformó con admirarlas, a sabiendas de que una de ellas era “ella”, la niña que no había podido apenas estrechar entre sus brazos ni había visto crecer.
Había mandado recado al hijo a través de un familiar, para decirle que su padre se moría. Creía que, en un momento así, vendría a ver a su padre, al menos. Pero habían pasado los días y no había dado señales de vida. Y ahora que ya es inminente el fatal desenlace, no sabe si le produce mayor dolor la muerte del esposo o el desapego del hijo. Y no está segura de poder soportar tanto dolor sola.
Mientras llora de nuevo, se pregunta qué han hecho mal para ser tratados con tanta indiferencia por el hijo al que tanto han amado y por el que se desvivieron día tras día.
Sin darse cuenta, se ha quedado dormida. Siente una mano posarse sobre su hombro y una voz que la despierta y le dice: “ya es de día. Debe salir mientras atendemos al enfermo”.
Fuera, en el pasillo, mira a un lado y a otro y no encuentra a nadie a quien acudir. Y piensa: ¡Es duro sentirse indefensa, triste y sola al final de la vida!

NO ME PEGUES AUNQUE NO ME QUIERAS

NO ME PEGUES AUNQUE NO ME QUIERAS

Mostrar alegría cuando lágrimas de desamor y de tristeza riegan tu alma no es fácil. Intentas engañar a los demás y parece que te engañas a ti misma pues no quieres reconocer que la realidad aparente es falsa como una moneda en desuso y te aferras a la idea de que te quiere. Pero un día los que te rodean descubren la verdad y se sorprenden de la capacidad que tienes de ocultar tu estado de ánimo y hasta de hacer como si no pasara nada. Intentan ayudarte pero no permites que nadie insinúe siquiera lo que realmente te pasa, “porque no me pasa nada”, afirmas mientras miras para otro lado ya que no puedes mantener la mirada del otro porque descubriría que estás mintiendo aunque ese no sea tu propósito.
Y crees que cambiará y no volverá a suceder pero a los pocos días se repite la función, y no de teatro precisamente, pero como te pide perdón en seguida y te acaricia y te abraza y promete que no volverá a suceder nunca más, te callas y ocultas con cremas y afeites las marcas que ha dejado en tu cuerpo.
Por fin, ya no puedes aguantar más, acudes a la policía pero no sientes que te protejan ni siquiera de palabra.
Y un mal día ya no acudes en busca de ayuda porque ya no la necesitas. Estás tirada en el suelo del salón de tu casa, en medio de un charco de sangre.
Ya nada te importa. Ni las manifestaciones de dolor de los tuyos, ni las reuniones de vecinos, ni las banderas a media asta, ni las manifestaciones de los políticos, ni las promesas de que hay que procurar que sea la última muerte…