HOY HE TENIDO CARTA


HOY HE TENIDO CARTA»
¿Qué es la soledad? La soledad es un sentimiento, no solo es una situación. Puedes estar rodeado de gente y sin embargo percibir que ningún hilo conductor te une nadie de los que te acompañan. Soledad es verte en medio del desierto, aunque, cuando miras, veas y sientas el ajetreo de personas que van y vienen. Soledad es ser niño y no tener a quién acudir o de quién recibir aunque solo sea una leve muestra de cariño.

Se sentía solo y abandonado. Le venía a la mente aquellos años de internado en los que, si algún día el cura no le nombraba a la hora de la entrega del correo, pues esperaba carta diariamente de su querida Pilar, se sentía el ser más olvidado y solitario del universo, a pesar de que sabía (como ahora también sabía) que los que se escondían tras el silencio eran sus seres queridos.
También recordaba los años de universidad, cuando, al volver de clase, abría la puerta de la residencia y sus ojos se dirigían, como respondiendo a una fuerza invisible que no podía esquivar, hacia el casillero que le habían asignado y que se encontraba situado a la entrada, y en el que le depositaban las cartas que recibía. Si sucedía que un día más estaba vacío, subía las escaleras que conducían a su habitación con una desazón en el corazón que sólo la llegada de la esperada y deseada carta mitigaba días después.
Recordó, incluso, a aquel compañero huérfano que, como no tenía quien le enviara carta alguna, pues no tenía familia, decidió un día, (por ver qué se sentía, por experimentar la alegría que el rostro de sus compañeros reflejaba a menudo, por poder decir: “hoy he tenido carta”, por tantas cosas, pensaba él, que debían de sentir sus compañeros) escribirse una carta a sí mismo. Tomó su pluma y papel y comenzó a escribir: “querido hijo. Espero estés bien. Nosotros por el momento estamos bien. Ya sabes lo mucho que te echamos de menos tu madre y yo, así como tus hermanos. Lo felices que somos por saber que vas tan bien en los estudios, (no olvides que el bien es para ti). Nos alegramos por la gran cantidad de amigos que tienes, y por lo bien que te lo pasas en el internado. Estamos deseando que vuelvas a casa para darte un abrazo y demostrarte en definitiva, lo mucho que te queremos. Un beso. Tus padres y hermanos.
La cerró, fue a correos, le puso sello y la echó al buzón. Estuvo nervioso los dos días que tardó la carta en volver a sus manos. Sentía más nerviosismo que aquel día de Reyes en que había pedido de regalo un balón de reglamento. Pero este día iba a ser muy especial.
Todos los alumnos esperaban alrededor del cura, a una prudente distancia, eso sí, que comenzara a leer los nombres de los afortunados que habían tenido carta. Fue nombrando a varios compañeros. Mas de pronto fue su nombre el que oyó; eran los sonidos que conformaban su nombre y apellido. ¡Qué emoción, cielo santo! Nunca ha olvidado ese momento. Como nunca olvidará a aquel curita que se encargaba de entregar el correo cada día. No se lo creía, casi. Un compañero le tuvo que impulsar suavemente, mientras le decía, «es para ti, anda». Salió del grupo, se adelantó con una emoción desconocida, casi sonrojándose por ser por fin protagonista, por experimentar la misma emoción que a sus compañeros les embargaba tan a menudo, sobre todo porque eran niños y porque se encontraban lejos de su tierra y de su familia. Cuando llegó a la altura del cura, éste le entregó la carta. Le temblaba el pulso y casi se le cayó al suelo. La agarró con las dos manos y se retiró, se alejó del resto del grupo; quería vivir ese momento tan ansiado, solo, no quería compartirlo con nadie, no deseaba hacer partícipe a los demás de la felicidad que inundaba su alma. Pensaba que era egoísta pero es que era la primera vez, desde que había llegado al colegio, que recibía una carta. Abrió el sobre con manos temblorosas, extrajo el papel que él había doblado tan delicadamente y poco a poco, lo que las lágrimas le permitían, fue leyéndose las palabras que él con tanto cariño se había dedicado. Cuando su amigo del alma le preguntó si había tenido carta, le respondió, con una sonrisa que podría haber ocupado todo un mural que anunciara la sonrisa más franca y limpia del mundo:
“¡Sí, hoy he tenido carta!”