INMIGRANTES Y EMIGRANTES

¡Qué difícil es ser emigrante! Y qué poco nos gustan los inmigrantes. Ellos vienen a quitarnos el trabajo a los autóctonos pero los nuestros van a otros países en busca de un futuro, a labrarse un porvenir, no van a quitar nada a nadie. Los que vienen son delincuentes. Los nuestros son buenas personas. Y sin embargo nada es como parece o por mejor decir, todo es mucho más sencillo de lo que parece. El emigrante sale de su casa y de su país por obligación no por gusto. Ni con la intención de quitar nada a nadie.
Corría el año 1977 cuando estando de viaje por Alemania, conocimos a unos emigrantes españoles en un bar regentado por un español. Nos recibieron, como no podía ser de otra manera, con los brazos abiertos. Y nos pusimos a hablar con ellos. De toda la conversación solo recuerdo lo que me dijo uno de los jóvenes que allí estaba. Era alemán, porque había nacido ya en el país pero sus padres eran andaluces. Habían sido de los primeros en llegar a aquella parte de Alemania. Como es lógico, hablaba perfectamente alemán, mejor que el español. Y se sentía alemán pero había algo que le impedía serlo de forma total y no era porque le trataran mal sus paisanos sino porque recordaba con mucha tristeza, y porque su padre se lo había contado más de una vez, lo mal que lo habían pasado sus padres la primera noche en aquella ciudad tan inhóspita llamada Amberg.
Emigraron porque en los años sesenta no había trabajo para todos aquí en España. Les ofrecieron trabajo y llegaron con ilusión de conocer otra forma de vida pero al mismo tiempo con el miedo que supone marchar de tu país y dejar a los tuyos. Era ya de noche, estaban cansados del viaje pero tenían hambre. Había que cenar y qué mejor que una buena tortilla de patata. Claro que había que ir a comprar lo necesario. El padre del muchacho se ofreció a ir a la tienda. En España hubiera ido la esposa pero aquí, recién llegados pensó el padre que le correspondía a él. Por supuesto no sabía ni una palabra del idioma alemán. Entró en la tienda y se encontró con unas cuantas personas que estaban comprando. Cuando le tocó el turno hizo todo lo humano por hacerse entender con gestos. Lo de la comida estaba claro, si era una tienda de ultramarinos, qué iba a querer comprar, pero lo de los huevos ya era otro cantar. Como le entendía el tendero, al buen hombre no se le ocurrió otra forma de hacerse entender que imitar a la gallina, para lo que se puso en cuclillas y cantó “ cocoroco cocoroco cocoroco”, al mismo tiempo que movía los brazos arriba y abajo como si fueran las alas del ave. Los allí presentes se tiraban por el suelo no pudiendo aguantar la risa. El emigrante logró llevar a casa (bueno, lo de casa es un eufemismo, mejor habría que decir el barracón que les habían asignado) los huevos y las patatas y cenaron con los ojos llenos de lágrimas. Acostados y arrebujados entre las mantas, lloraba el padre, al mismos tiempo que la rabia sustituía a la vergüenza que había sentido en la tienda. Fue en ese instante cuando supo que lo que les esperaba no iba a ser nada agradable.
Cuando el joven terminó de contar la historia que había vivido su padre, se le notaba en el rostro el dolor que le producía solo rememorarlo.
Es verdad que hoy en día nuestros emigrantes están mejor preparados, es más quizá solo salgan los que lo están. Pero siguen siendo personas desvalidas porque están solos, sin familia ni amigos, aunque hablen muy bien el idioma del país al que han llegado.
Deberíamos tener más presente el precepto: “Tratad a los demás como os gustaría que ellos nos trataran a nosotros”.

Pero si Hacienda trata así a los emigrantes españoles que tuvieron que salir de España en los años 60 porque aquí no tenían qué llevarse a la boca…  es fácil entender: ¡QUÉ DIFÍCIL ES SER EMIGRANTE!

 

Hacienda reclama a emigrantes jubilados el pago de impuestos por pensiones

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hacienda-emigrantes-pensionesHacienda está enviando cartas a emigrantes que han regresado a España y están jubilados aquí después de trabajar años en Alemania y Francia. Son marineros y pescadores procedentes de Galicia, Asturias y Murcia que emigraron en los años 60 y 70. En las misivas “exige el pago de las pensiones que han consolidado en el extranjero“, según publica Javier Ruiz en Vozpópuli. Las cantidades reclamadas a cada jubilado oscilan entre los 10.000 y 15.000 euros. En ellas se incluyen el pago de impuestos, intereses de demora y sanciones. Y deben abonarlas en un plazo de diez días. “El fisco ha requerido información a Alemania, Francia, Suiza, Noruega y ha pedido datos, además, a Holanda y Latinoamérica”.