A LOS POSEEDORES DE LA VERDAD

A LOS POSEEDORES DE LA VERDAD

Cada vez que veo algún programa en televisión de los llamados de debate, en el que participan varias personas, se sobreentiende que educadas e instruidas (no me refiero a esos donde se insultan y vejan constantemente), me pregunto dónde han quedado las buenas formas y las normas de educación que en el pasado distinguían a las damas y a los caballeros.
No veo por ningún lado un contraste de pareceres ni una reflexión medianamente inteligente (no ya intelectual). Todo son opiniones abruptas, sin hilazón ni conexión con la opinión del anterior, con lo que todo se reduce a una mera exposición de ideas incluso inconexas y sin mostrar respeto a lo que dice el compañero (para ellos debe de ser solo contrincante) o contertulio. Y es que parece que todos están en posesión de la verdad. No les asalta la duda de que el contrario pueda tener, si no toda, sí al menos un trozo de razón.

Ya decía Luis Buñuel: “estoy a favor de los que buscan la verdad y en contra de los que creen poseerla”. Y es que no hay peor contrincante a la hora de la discusión, comentario o reflexión que este ser que se cree revestido de no sé que atributos que le hacen infalible, cual “papa” hablando ex catedra.
En mi época de juventud a este tipo de personas se les acusaba de maximalistas: si nos atenemos a la definición que da el diccionario, quizá sea decir demasiado: “tendencia a defender soluciones extremas en el logro de cualquier aspiración”; pero es que los hay que no defienden la verdad “sino su verdad”, a costa de cualquier cosa, incluso a sabiendas de que están  mintiendo.

Y es que da igual de lo que hables: puede ser de literatura, de cine, de música … Los hay que defienden a capa y espada opiniones que desde el punto de vista técnico (que ellos por supuesto desconocen) son indefendibles; pero ellos son así.
No han estudiado nunca “crítica literaria” pero se sienten capacitados para opinar si una novela es buena o no. Han visto cine pero ni han oído hablar de los grandes de siempre: no saben quién fue Visconti, John Ford, Fellini, Buñuel…. ni a tantos otros. Pero ellos saben perfectamente si la película es buena o no.
No tocan ningún instrumento musical pero escuchan música de jazz y saben que el músico es un genio porque improvisa de forma magnífcia, cuando técnicamente no tienen ni idea de qué significa “improvisar”.

No digo nada si hablamos de religión o de política. Hay creyentes que no han leído una sola línea de la Biblia, ni del Nuevo ni del Antiguo Testamento. Pero se creen en posesión de la verdad y por tanto no te permiten que razones el porqué tú crees que Dios no existe, aunque lo que te gustaría es poder demostrar que no existe, como decía Machado. Y tú, que no eres creyente, pero que has leído parte de la Biblia, tienes que callarte para no discutir y terminar enfrentado al otro que curiosamente es un familiar o un amigo. Si el tema es la política, da igual si son de derechas o de izquierdas, es peor aún. Aquí puede que aparezca el insulto: “facha de mierda” o “rojo maricón” o vaya usted a saber. Ahora bien, ¿han reflexionado sobre qué criterio deberíamos establecer para poder decir si un partido político lo está haciendo bien o no? ¿Hemos sentado las bases de qué es lo que benefica al bien común?
¡No! Porque a la hora de afirmar o rechazar la validez de algo, no nos basamos en criterios sino en sensaciones o sentimientos.Y así nos va.

¿Es buena esa novela? Pues dependerá del criterio con el que la analicemos. ¿Es buena la música de tal compositor? Depende del conocimiento musical del que la escuche y hasta del momento en que se haga.

¿La complejidad es signo de calidad? ¿Es malo lo que está destinado al entretenimiento? ¿Lo que no me gusta a mí es malo? ¿Lo que me gusta es lo bueno?
Estas y alguna pregunta más podríamos hacernos y todas las respuestas llevarían implícita la palabra “depende”.
Aunque, sí tengo clara una cosa. “CUANTO MAYOR SEA EL CONOCIMIENTO QUE TENGAMOS SOBRE UN ASUNTO O TEMA, MAYOR SERÁ LA POSIBILIDAD DE QUE NUESTRA OPINIÓN SE AJUSTE MÁS A LA VERDAD”.
A pesar de que, como decía don Miguel de Unamuno: “no existe LA VERDAD. Existe mi verdad, tu verdad”. (Y no tiene por qué serlo , añado yo).