HOY ES MI CUMPLEAÑOS o (La felicidad es ficción)

HOY ES MI CUMPLEAÑOS o (La felicidad es ficción)

Las navidades habían quedado atrás. Las luces que engalanaban la ciudad habían desaparecido y la alegría que proporcionaban, aunque para él fuera ficticia, se había ido con ellas. Llevaba ya demasiado tiempo en que solo era feliz en sueños. Cuando despertaba, volvía a la cruda realidad y echaba de menos la época en que era un ser respetado y buen padre de familia. Ahora encontraba que el camino de la vida que le tocaba recorrer estaba lleno de obstáculos. Era duro aceptar la realidad. Intentaba esquivar los impedimentos que la sociedad iba poniendo a su paso y no cejaba en su empeño por lograrlo pero parecía que el destino le hubiera reservado un final lleno de dificultades. Y es que, cuando vives en la calle, solicitas ayuda pero apenas encuentras a nadie que quiera prestártela. No te consideran ya un integrante más de la sociedad. Has sido expulsado. Han cerrado el círculo y no es posible traspasarlo. En respuesta a esa actitud piensas que lo mejor es marchar y por eso te gustaría tomar un tren con destino a ninguna parte y desaparecer. Pero hasta eso te es prohibido, no dispones del dinero suficiente para adquirir el billete o te falta el valor necesario para traspasar la barrera de la vida.

Aquel día recorrió la calle en la que mayor era la competencia, pues eran muchos los mendigos que se situaban en las aceras, y fue leyendo los letreros de los colegas. Y comprobó que cada uno había escrito algo diferente: un negrito, que seguramente había llegado no hacía mucho en patera, ponía: “tengo hambre”. Mensaje corto pero directo al corazón. Una mujer mayor, al menos en apariencia, había escrito: “necesito ayuda, gracias”. Demasiado genérico para que te hagan caso, pensó. Un tercero, un hombre de unos cuarenta años, solicitaba ayuda aludiendo al hecho de tener hijos “Tengo hijos y no tengo trabajo”. Quizá los padres y madres se muestren sensibles, se dijo. Un pobre hombre, con pocos dientes y probablemente demasiados años viviendo en la calle, había escrito el mensaje más tradicional: “una limosna, por favor”. No creo que ya nadie se deje convencer por mensajes como ese.

Él no solía poner ningún letrero. Con el aspecto pensaba que era suficiente. Pero aquel día era especial. Pensó que debía escribir un mensaje, aunque distinto a los que escribían sus compañeros. Debía tener fuerza, dinamismo… Debía ser rompedor, como cuando ideaba eslóganes publicitarios. Él había tenido un buen trabajo, había recibido una buena educación, había estudiado en un colegio de pago…. Después de mucho pensar…. escribió en mayúsculas y con letra bonita: “HOY ES MI CUMPLEAÑOS”.

La gente miraba al pasar el letrero y algunos comentaban algo o ponían cara de extrañeza. Pero muy pocos le echaban una moneda. Él ha decidido poner a sus pies una lata de galletas que ha encontrado en la basura. Y es que cuando la moneda golpea en ella, produce un sonido metálico tan fuerte que hace volver la vista a los que pasan a su lado. Pero apenas si le han arrojado algunos céntimos. El sonido no mueve a caridad a los transeúntes. Van pasando las horas y con las monedas acumuladas podrá comprar algo, pero poca cosa. Empieza a no sentir las piernas por la postura en que se encuentra: estar sentado en la calle, en pleno invierno, es duro.

Desde la otra acera alguien observa el cartel. Recorre los metros que separan ambas aceras y se para frente a él. Parece leer con atención el mensaje que ha escrito y parece meditar pues permanece quieta. De repente le dice: “Venga conmigo, hoy también es mi cumpleaños”. No sabe qué decir ni qué hacer. Por supuesto no se ha levantado de su sitio, simplemente mira a la mujer que tiene frente a sí. Es joven y bella y no está seguro de que no sea una broma. Ella vuelve a decirle: “¡VAMOS, CELEBREMOS JUNTOS NUESTRO ANIVERSARIO!”. Al mismo tiempo que le habla, le está extendiendo la mano invitándole a ponerse de pie. La sonrisa que se dibuja en sus labios, cuando él roza casi con miedo los dedos de su mano, es tan nítida y franca que decide acompañar a aquella “hada madrina” que se le acaba de aparecer.

Aunque su mente está confusa…. Y es que en realidad aquella mujer solo está depositando una moneda en la lata de galletas, mientras acerca su cara a la suya y le dice: ¡Feliz cumpleaños!

¡Para él, la felicidad es ficción!

VIENTOS DEL PUEBLO….

VIENTOS DEL PUEBLO…..

Grecia se prepara para unos nuevos comicios. El primer ministro no ha obtenido la mayoría necesaria para formar gobierno. Las encuestas dan como favorito a la presidencia del país a Tsipras, líder del partido, Syriza, que es considerado de izquierdas, y que no es del gusto de los que mandan.
De ahí que la UE y el FMI recomiendan a los griegos que no voten a Syriza. ¿No saben lo que significa democracia? ¿No saben que fueron ellos, los griegos, los que inventaron este sistema de gobierno y que lo definieron claramente: “demos” = pueblo; “cratos” = gobierno o poder? O sea, ¿gobierno que el pueblo llano (y no los poderosos de la tierra) se otorgan mediante el voto libre? ¿No será que la gente sencilla empieza a estar harta de que sean otros los que dirijan su destino y sin contar con ellos, incluso a veces, utilizándolos como parte del botín?
No recuerdo el nombre del periodista que escribía hace unos días que Alemania impuso a España (y supongo que podríamos añadir Grecia y Portugal) una política de recortes tan dura por miedo a que sus bancos perdieran lo que habían invertido en nuestro país y repercutiera negativamente en su economía. ¿Es esta la política que interesa al pueblo español? Está claro que no. Con el rescate (que según algunos no ha habido) habrán evitado que quebraran algunos bancos (en EEUU quebró Lehman Brothers y no pasó nada, por cierto) pero han aumentado la pobreza y recortado los derechos de los trabajadores así como los de los enfermos y desvalidos.
¿Qué temen tanto la UE como el FMI: no recuperar el dinero invertido en los bancos griegos? Hasta ahora, por lo visto, no les preocupa que el pueblo pase hambre y miserias. No creo que resulte difícil entender que al pueblo llano tampoco le preocupe que los ricos pierdan parte de su riqueza y voten a aquel partido que consideran que va a luchar por sus derechos y su bienestar.
Creo que cada día es mayor la distancia existente entre las clases poderosas y las débiles. Y no me refiero solo a lo material, que esa distancia está claro que es enorme, sino a la distancia social y humana. A veces pienso que estamos volviendo a aquellos tiempos en que los poderosos abusaban de los débiles, a los que debían pleitesía, es decir, obediencia y sumisión. Tanta como para votar lo que el señor mandaba, entre otras muchas cosas. ¿Es eso lo que pretende el FMI y la UE? ¿Que les rinda el pueblo griego pleitesía?
No sería de extrañar que cualquier día el sinsabor, el dolor, la carestía, la necesidad y el abandono que sienten los más débiles estalle y salga a flote.
Quienes tendrían que hacer de cortafuegos, o sea, los políticos, no son esos señores que hemos elegido para que nos procuren un bienestar al que tenemos derecho. Son, por el contrario, esos que se pliegan a los deseos de los poderosos, eso sí, con la disculpa de que no les queda más remedio que hacerlo. Luego intentan acallar a la gente diciendo que ya vendrán tiempos mejores y la situación cambiará. ¿Cuántos siglos llevan los pobres esperando el paraíso terrenal?
Y es que es demasiado el desapego y desatención que muestran algunos políticos, (sobre todo los que ocupan el poder) respecto a sus ciudadanos. Por eso no es de extrañar que cada día sea mayor la creencia de que los gobernantes gobiernan no para el pueblo sino para las clases poderosas. De ahí que de vez en cuando el pueblo llano quiera dar una oportunidad a otros dirigentes, desechando a aquellos que les han defraudado por tanto tiempo. Y es que son demasiadas las mentiras que tenemos que tragarnos cada vez que oímos a los políticos prometer el oro y el moro.
Parafraseando al poeta, creo que vienen “vientos del pueblo” que a algunos los llevarán, los arrastrarán y a otros los esparcirán el corazón y los aventarán la garganta.

(Claro, que a lo mejor estoy equivocado y el pueblo llano está contento con lo que hay.)

LA NAVIDAD Y EL MENDIGO

LA NAVIDAD Y EL MENDIGO

Es poco más que una sombra escondida en medio dela noche y protegido por los árboles del parque. Se ha sentado en un banco. ¡Es nochebuena! La noche más triste del año, piensa él. Parece que espera aunque ni él mismo sabe qué ni a quién. Hace tiempo que perdió la esperanza. Como decía el poeta: “Nada tengo, nada quiero, nada busco, nada espero. ¡Nada!”.

Mira al frente y ve que la luz brilla en todas las casas, donde se supone que reina la alegría. A través de los cristales de una ventana un niño mira la calle, por la que apenas si pasa nadie. Su imagen le recuerda que hubo una época en que él también celebraba la nochebuena con sus hijos. Incluso le gustaba ayudar a su mujer a preparar la cena de nochebuena.
Ahora coge su cabeza con las manos y mira al suelo. Ve a su jefe despidiéndole y entregándole el finiquito. Entra en casa y no se atreve a decírselo a su mujer. Pero un día no tuvo más remedio que contarle la verdad. Comenzó a buscar trabajo pero no encontraba. Pasaban los días, las semanas, luego los meses y el dinero comenzó a escasear. Una mañana su mujer le llamó vago porque no era capaz de encontrar trabajo. Pero le dolían los pies de andar de un lado para otro sin que nunca nadie le diera ni siquiera la esperanza de que un día podían necesitarlo.
Al año de estar parado, su esposa le pidió el divorcio y se tuvo que marchar de casa. Cogió las cosas que consideró más necesarias y salió a la calle.
Es una impresión difícil de explicar pero verte en la calle a plena luz del día (aquel día lucía un sol espléndido) con una mochila en la que llevas todas tus pertenencias, sabiendo que no vas a volver a casa y que el cielo raso es a partir de ahora tu hogar, deja en tu alma un vacío tan difícil de llenar que ni la acogida de otros mendigos como tú puede mitigar.
Esta noche está solo porque sus colegas han preferido ir a cenar al albergue. Allí les dan sopa caliente, algo de carne y hasta un poco de turrón. Él prefiere la compañía de la soledad. No sabe explicarlo pero se siente mejor solo en medio del parque que rodeado de gente en el albergue. No tiene nada que compartir salvo una tristeza inmensa y no cree que nadie necesite una dosis de ella, ya tienen bastante con la suya.
Ha pasado el día vagando de aquí para allá, observando a la gente que va y viene con bolsas con comida, bebida o ropa y regalos. Alguno se ha compadecido de él y le ha tirado una moneda. Es terrible la sensación de desamparo y de soledad que inunda su ánimo cuando ve caer la moneda sobre la gorra que ha colocado en el suelo de la calle. Su existencia toda depende de esa moneda. A veces piensa que el día en que dejen de echarle la moneda con la que comprar algo que llevarse a la boca, tendrá que lanzarse al vacío o tumbarse bajo el cielo raso una bonita noche estrellada.
Mira la mochila y se alegra de tener un bocadillo de jamón serrano y una manzana que le ha dado una buena señora en un supermercado. Con las monedas que le han lanzado hoy ha comprado una cerveza mahou. Presiente que va a ser una bonita nochebuena. Alguien ha abierto la ventana y a sus oídos llega la música y las voces de niños que cantan un villancico. “Noche de paz, noche de amor…”
Aunque no es un consuelo, sabe que más de uno de los habitantes de aquellos hogares en que parece que reina la felicidad, se siente tan terriblemente solo como él.
Quita el papel con el que había envuelto el bocadillo y muerde con saña y rabia, mientras las lágrimas riegan el suelo sobre el que tiene posados sus pies y maldice la hora en que vino a este mundo tan inhóspito, cruel y tenebroso.

¿POR QUÉ TIENEN TANTO MIEDO A "PODEMOS"?

POR QUÉ TIENEN TANTO MIEDO A “PODEMOS”?

No sé si serán suposiciones mías pero vengo observando que últimamente los periodistas de la derecha cuando entrevistan a gente de “Podemos” o de IU (no con el PSOE) son especialmente agresivos y tratan de ponerles nerviosos y de que se salgan de sus casillas con preguntas, afirmaciones, insinuaciones y hasta con trampas o insidias. Hay muchos ejemplos pero pueden servir dos para demostrar lo que digo: el acoso de Telemadrid a J. C. Monedero que se dirigía a un acto y que no podía llegar hasta la tribuna de oradores por la persecución a que le sometía el periodista (que más que preguntar afirmaba) y el cámara (en un momento dado parece que le golpean con la cámara). El periodista de 24 horas que entrevistó a P. Iglesias, cuando le pregunta si está contento con la excarcelación de etarras… Yo interpreto que esta forma de actuar es algo premeditado, y que lo hacen porque quieren poner nerviosos a estos políticos, que por otro lado son aún muy inexpertos, para así lograr dar una imagen de violentos y de gente de poco fiar, para que la gente no crea en ellos. Pero es admirable la paciencia y el saber estar de estos jóvenes, que acompañan casi siempre su respuesta con una sonrisa, yo creo que porque saben que quien pregunta no busca realmente la verdad sino confundir a toda costa al entrevistado.
No digamos ya la manera que los tertulianos magnifican y hasta distorsionan los errores que han cometido alguno de ellos: (El contrato de trabajo del señor Errejón, por ejemplo; la acusación falsa contra el padre de Tania Sánchez, las propias actuaciones de esta a la que llaman no por su nombre sino como “la compañera de P. Iglesias”, etc) No es necesario nombrar uno por uno a los periodistas a que me refiero. Todos los vemos cada día y los oímos en las tertulias televisivas y radiofónicas.
¿Tienen pánico a que estos chicos lleguen al poder? Es posible. Y ¿por qué será? ¿Temen perder los privilegios de los que disfrutan ahora? Y, si es así, cabe preguntarse: ¿Y cuáles son esos privilegios? ¿Es el pago que deben dar en correspondencia a la “subvención” que el gobierno y otros entes privados donan a su periódico o TV?
Porque, si uno se pone a analizar la línea editorial del que fue durante mucho tiempo el periódico de referencia de este país, y sobre todo de la llamada izquierda, o sea, el diario “El País”, saca como consecuencia que mucho tiene que haber recibido para que haya cambiado tan radicalmente su línea editorial. Y de criticar al gobierno de Rajoy, haya pasado a criticar a los chicos de Podemos y a mostrarse absolutamente generoso con el poder. ¿Significa esto que no les mueve realmente el bien común sino más bien el bien “privado”, o sea, el suyo?
Sinceramente, da pena oír a ciertos periodistas, que de tal no tienen nada o leer lo que escriben.
Ahora bien, imaginemos que Podemos llega al poder. ¿Qué creéis que harán todos estos periodistas que ahora tanto los atacan y denuestan? Pues seguramente lo que han hecho tantas veces, comer en las manos de los que mandan. Hacer bueno el dicho: “donde dije digo, digo Diego”.
Y con esto no quiero decir que Podemos sea el partido perfecto. No, por supuesto que no. Tiene errores que subsanar y la falta de experiencia se nota cuanto más se acercan al poder. Pero yo siempre recuerdo a un amigo mío cuando dice que hay que dar una oportunidad a los jóvenes, que de estos ya sabemos lo que dan de sí (más bien lo que se llevan) y que como decía el poeta: “la juventud siempre avanza, la juventud siempre vence, y el futuro de España de su juventud depende”. Incluso de los que se han tenido que ir de España al extranjero porque aquí nadie les da trabajo.

LAS FORMAS TAMBIÉN CUENTAN

 

LAS FORMAS TAMBIÉN CUENTAN

Una de las cosas que hice con mayor frecuencia a lo largo de mi juventud fue transportar manjares a las mesas de los comensales sin poder probarlos nunca. Era mi oficio que no mi profesión. Me ganaba la vida trabajando de camarero en un restaurante para así poder pagarme los estudios. Era un trabajo que desde el primer día me hizo sentirme bien. Me gustaba, sobre todo cuando comencé a servir en el comedor. Era un restaurante de cierto nivel en el que se hablaba inglés y francés y se servían buenos productos y a la vista del cliente, es decir no se introducía de la cocina nada “emplatado”. Cuando ibas a servir, colocabas al lado de los comensales “la gueridon table”, que dicen los franceses: (pequeña mesa con ruedas que puedes desplazar por el local fácilmente) y sobre ella disponía todo lo preciso para servir. Si se trataba de un pescado, había que limpiarlo de espinas. Por lo que necesitabas paleta, cuchara y tenedor. Por supuesto una fuente con el manjar y el plato en el que se servirá la pieza de pescado. Cuando te veían introducir la punta de la cuchara y marcar para separar la espina central, para después pinchar con el tenedor la piel de la merluza y dando vueltas sobre sí mismo ir poco a poco separándola de la pieza, ponían un cara de sorpresa tremenda. No era normal que se sirviera el pescado limpio en restaurantes de provincias.
Era agradable ver que el placer con que el buen señor o la buena señora degustaban el pescado era mayor que si ellos hubieran tenido que limpiar el pescado. El maître nos decía a los camareros que era como hacer una buena obra y que además tendría recompensa en forma de una buena propina. Aunque añadía: “lo más importante es la satisfacción del trabajo bien hecho”. Y en eso yo estaba totalmente de acuerdo.
Claro que este oficio o profesión no solo me sirvió para aprender buenos modales y formas de comportamiento en la mesa, que luego me han servido para no desentonar en eventos en los que la vida me ha ido colocando. Algo para mí más importante fue aprender a conocer al ser humano de mejor manera. Adquirí una intuición que pocas veces me falla y de la que me fío totalmente.
A los pocos segundos de conocer a una persona, después de analizar alguno de sus gestos, (sobre todo cómo mueve las manos), la manera de sonreír, si su mirada es esquiva o franca, (a veces la forma de vestir también ayuda, aunque no siempre) me atrevo a emitir una opinión y a decir si aquella persona es de las que te puedes fiar o no.
Simplemente por la forma de saludar al entrar en el comedor, puedes adivinar muchas cosas: por ejemplo, si el cliente está enfadado o contento. Si te considera o te desprecia.
Pero lo que nos gustaba a los camareros era jugar a las adivinanzas. Hacíamos apuestas por si la pareja que entraba estaba formada por esposos o por amantes. En aquella época aún no existía la posibilidad de divorciarse por lo que (sobre todo los ricos) se agenciaban una amante (ellas, o sea, las esposas, se quedaban en casa cuidando de la prole que solía ser numerosa además).
Por cómo introduce el caballero a su acompañante, ya puedes intuir si ella es su esposa o no. Si retira la silla de su acompañante antes de colocarse en su lugar, puedes deducir que ella no es su esposa o, si lo es, quiere decir que él es un hombre extremadamente galante y educado. Por cómo coge la silla para sentarse y cómo se sienta (la arrastra y produce un ruido más desagradable que la lija sobre una superficie de granito), muestra a las claras la poca educación que tiene y que le importa muy poco el resto de los comensales.

Si el caballero había sido galante con la señora retirándole la silla y ayudándola a sentarse, si se colocaba frente a ella, estaba claro que eran un matrimonio bien avenido y que en público guardaban las formas que la más estricta urbanidad recomienda. Ahora, si se sentaba a su lado, ya podías comenzar a deducir que eran pareja de hecho pero no de derecho. No digamos, si antes de que el camarero les entregara la carta, él tomaba la mano de la dama y mirándola a los ojos, le decía: ¿quieres que pida un aperitivo antes de empezar con la comida? Si la respuesta es: “como quieras, cariño”. ¡Date, aquí hay tomate!
El camarero les ha puesto el aperitivo y ellos leen la carta sin decidirse a elegir el plato que van a tomar. Si es matrimonio, él dice en voz alta: “pues yo me tomaría unos langostinos dos salsas o unas gambas a la plancha, para empezar”. Ella salta como un ave de presa: “no le haga caso, le dice al maître. Antonio, sabes que tienes el ácido úrico por las nubes. Le va a traer unas verduritas salteadas, o mejor, rehogadas con aceite de oliva, que es bueno para el colesterol.”
El marido mira al camarero, este le hace un gesto como diciendo: “no se preocupe que no es el primero al que le pasa esto”, y dice: “pues vale, para qué vamos a discutir, tráigame unas verduras rehogadas”. Y ella continúa, como si no hubiera escuchado al marido: “a mí me va a traer de primero un poco de salmón marinado con salsa tártara, que eso no engorda, (¡no, la salsa no engorda, no te digo!) y de segundo un solomillo poco hecho. Ah, y agua. Yo no bebo vino. (Y lo mira como diciendo, el borracho es este que tiene usted delante, que maldita la hora en que lo conocí). El maître mira ahora al esposo para ver qué va a tomar de segundo pero es ella la que añade: “a mi marido, de segundo, le pone un lenguadito a la plancha. ¿Te parece bien, Antonio?” Y qué va a decir el pobre de Antonio, si sabe que si no le hace caso a su mujer, cuando llegue a casa, le va a echar un chorreo de padre y muy señor mío.

Si la pareja la forman un hombre y una mujer (en aquel entonces: ¡amantes, casi nada!), él le dice a ella: ¿qué te parece si empezamos con unas gambitas a la plancha, rehogadas con un vinito blanco de…. (aquí se detiene y le pregunta: ¿qué te gusta más: Albariño o Rueda?) Ella no entiende así que le deja que sea él quien elija. Pues nos trae Albariño que es mucho mejor. (Con la amante siempre hay que pedir lo mejor). ¿De segundo te apetece pescado o carne? No le deja casi responder y añade: ¿o quieres unas angulitas?, que no están demasiado caras todavía. Ella dice que sí, (nos ha jodido, quién va a rechazar una buena cazuelita de angulas, con lo apetitosas que son). Y ya metidos en faena (continúa él, que se ha venido arriba, y piensa más en lo que le espera, que en la cuenta que va a tener que pagar) nos tomaremos un pocos percebes y unas cigalas a la plancha, así no cambiamos y seguimos con el vino blanco. Sin esperar a que desaparezca el maître que les ha tomado la comanda, vuelve a coger de la mano a la señora, vuelve a mirarla a los ojos y se olvida de que existe otro mundo que no sea el compuesto por él y su acompañante.
El camarero se va más contento que unas castañuelas: ¡menuda mesa! – grita nada más entrar en la cocina. Espero que te esmeres, le dice al cocinero. Se vuelve y comenta con su compañero que desde la distancia ha presenciado la escena: “es un lío”. Desde el primer momento que les he visto lo he sabido». El otro sonríe y dice: “no tiene mérito, estaba claro desde que entraron por la puerta. ¿No viste que la tocaba el culo al entrar?»

(Espero que nadie se sienta ofendido, ni ellas ni ellos. Es en el fondo una parodia, (con mucho de verdad) de la que forma parte la hipérbole o exageración).